DOCUMENTO: EL COMPROMISO DE CIUDAD DEL CABO ( 6 )


IIC VIVIR EL AMOR DE CRISTO

ENTRE PERSONAS DE OTRAS CREENCIAS RELIGIOSAS



1. “Ama a tu prójimo como a ti mismo” incluye a personas de otras creencias religiosas.

A la luz de las afirmaciones hechas en la Confesión de Fe de Ciudad del Cabo, sección 7(D), respondemos a nuestro elevado llamado, como discípulos de Jesucristo, a ver a las personas de otras creencias religiosas como nuestros prójimos en el sentido bíblico. Estas personas son seres humanos creados a la imagen de Dios, a quienes Dios ama y por cuyos pecados murió Cristo. Nos esforzamos no sólo por verlas como prójimos, sino por obedecer la enseñanza de Cristo de ser prójimos para ellas. Somos llamados a ser amables, pero no ingenuos; a ser perspicaces y no crédulos; a estar alertas a las amenazas que podamos enfrentar, pero no dominados por el temor.

Somos llamados a compartir buenas noticias, pero no a participar en un proselitismo indigno. La evangelización, que incluye el argumento racional persuasivo según el ejemplo del apóstol Pablo, es “hacer una afirmación sincera y abierta del evangelio que deja a los oidores en completa libertad para tomar su propia decisión al respecto. Deseamos ser sensibles para con las personas de otras creencias, y rechazamos todo intento de forzarlas a la conversión”.[1] El proselitismo, en contraste, es el intento de forzar a los demás a convertirse en “uno de nosotros”, a “aceptar nuestra religión” o, por cierto, a “unirse a nuestra denominación”.

a.     Nos comprometemos a ser escrupulosamente éticos en toda nuestra evangelización. Nuestro testimonio deberá destacarse por la “gentileza y [el] respeto, manteniendo la conciencia limpia”.[2] Rechazamos, por lo tanto, toda forma de testimonio que sea coercitiva, contraria a la ética, engañosa o irrespetuosa.

b.    En el nombre del Dios de amor, nos arrepentimos por no procurar establecer vínculos de amistad con personas de origen musulmán, hindú, budista, o de otros trasfondos religiosos. En el espíritu de Jesús, tomaremos iniciativas para demostrarles amor, buena voluntad y hospitalidad.

c.     En el nombre del Dios de la verdad, (i) nos rehusamos a promover mentiras y caricaturas acerca de otras creencias y (ii) denunciamos y resistimos los prejuicios, odios y temores racistas incitados en los medios de comunicación populares y en la retórica política.

d.    En el nombre del Dios de paz, rechazamos el camino de la violencia y la venganza en todos nuestros tratos con personas de otras creencias, aun cuando seamos atacados violentamente.

e.     Afirmamos que existe un lugar apropiado para el diálogo con personas de otras creencias religiosas, del mismo modo que el apóstol Pablo debatió con judíos y gentiles en la sinagoga y en los ámbitos públicos. Como una parte legítima de nuestra misión cristiana, este diálogo combina la confianza en la singularidad de Cristo y la verdad del evangelio con la actitud de escuchar respetuosamente a los demás.




2. El amor de Cristo nos llama a sufrir y a veces, a morir por el evangelio


El sufrimiento podría ser necesario en nuestra participación misionera como testigos de Cristo, como ocurrió con sus apóstoles y con los profetas del Antiguo Testamento.[3] Estar dispuestos a sufrir es la prueba de fuego de la autenticidad de nuestra misión. Dios puede usar el sufrimiento, la persecución y el martirio para hacer avanzar su misión. “El martirio es una forma de testimonio que Cristo ha prometido honrar de manera especial”.[4] Muchos cristianos que viven en la comodidad y la prosperidad necesitan volver a oír el llamado de Cristo para estar dispuestos a sufrir por él; porque hay muchos otros creyentes que viven en medio de tales sufrimientos como el precio de dar testimonio de Jesucristo en una cultura religiosa hostil. Tal vez hayan visto a seres queridos martirizados, o hayan soportado torturas o persecución por su obediencia fiel, pero siguen amando a quienes los han lastimado tanto.

  1. Escuchamos y recordamos con lágrimas y oración los testimonios de quienes sufren por el evangelio. Junto con ellos oramos por gracia y valentía para “amar a nuestros enemigos” como nos ordenó Cristo. Oramos para que el evangelio pueda dar fruto en lugares que son tan hostiles a sus mensajeros. Mientras nos afligimos, como corresponde, por quienes sufren, recordamos el dolor infinito que siente Dios por quienes resisten y rechazan su amor, su evangelio y a sus siervos. Anhelamos que se arrepientan y sean perdonados, y que encuentren el gozo de estar reconciliados con Dios.


3. El amor en acción encarna y promueve el evangelio de la gracia

“Somos grato olor de Cristo”.[5] Nuestro llamado es a vivir y servir entre personas de otras creencias religiosas de una forma que esté tan saturada de la fragancia de la gracia de Dios que puedan oler a Cristo, que vengan a saborear y vean que Dios es bueno. Mediante este amor encarnado, debemos hacer que el evangelio sea atractivo en todo entorno cultural y religioso. Cuando los cristianos aman a las personas de otras creencias a través de vidas que demuestran amor y de actos de servicio, encarnan la gracia transformadora de Dios.
En culturas que destacan el “honor”, donde la vergüenza y la venganza están aliadas con el legalismo religioso, la “gracia” es un concepto extraño. En estos contextos, el amor vulnerable y abnegado de Dios no es un tema de discusión; es considerado demasiado extraño, hasta repulsivo. Aquí, la gracia es un sabor adquirido, a lo largo de un tiempo prolongado, en dosis pequeñas, para aquellos que están lo suficientemente hambrientos como para animarse a saborearla. El olor grato de Cristo permea gradualmente todo aquello con lo que sus seguidores entran en contacto.


  1. Anhelamos que Dios levante más hombres y mujeres de gracia que asuman compromisos a largo plazo de vivir, amar y servir en lugares difíciles dominados por otras religiones, a fin de llevar el olor y el sabor de la gracia de Jesucristo a culturas donde no es bienvenida y donde es peligroso hacerlo. Esto requiere paciencia y resistencia, a veces durante toda una vida, a veces hasta la muerte.



4. El amor respeta la diversidad del discipulado


En el seno de diversas religiones pueden encontrarse los denominados “movimientos internos”. Estos son grupos de personas que están siguiendo ahora a Jesús como su Dios y Salvador. Se reúnen en grupos pequeños para la comunión, enseñanza, adoración y oración centradas en Jesús y la Biblia, mientras continúan viviendo social y culturalmente en sus comunidades de nacimiento, incluyendo algunos elementos de sus prácticas religiosas. Es un fenómeno complejo, y hay mucho desacuerdo sobre cómo responder a él. Algunos elogian estos movimientos. Otros advierten acerca del peligro del sincretismo. Sin embargo, el sincretismo es un peligro que se encuentra entre los cristianos en cualquier parte al expresar nuestra fe en nuestras propias culturas. Cuando vemos a Dios obrar en formas inesperadas o no familiares, debemos evitar la tendencia a (i) apresurarnos a clasificarlas y promoverlas como una nueva estrategia misionera, o (ii) apresurarnos a condenarlas sin escuchar lo que sucede en forma sensible y contextualizada.
  1. Con el espíritu de Bernabé, quien al llegar a Antioquía “vio la gracia de Dios” y “se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor”,[6] queremos hacer un llamado a todas las personas preocupadas por este tema a:
(1)     Tomar como su principio rector fundamental la decisión y la práctica apostólica: “Que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios” (“debemos dejar de ponerles trabas a los gentiles que se convierten a Dios”, NVI).[7]
(2)     Conducirse con humildad, paciencia y amabilidad en el reconocimiento de la diversidad de puntos de vista, y participar de conversaciones sin estridencia ni condenación mutua.[8]


5. El amor se proyecta a los pueblos dispersos

La gente se está desplazando como nunca antes. La migración es una de las grandes realidades globales de nuestra era. Se estima que 200 millones de personas viven fuera de sus países de origen, voluntaria o involuntariamente. El término “diáspora” se usa aquí para indicar a personas que se han reubicado, dejando su tierra de nacimiento por la razón que sea. Grandes cantidades de personas de muchos trasfondos religiosos, incluyendo cristianos, viven en condiciones de diáspora: migrantes económicos que buscan trabajo, pueblos desplazados internamente por guerras o desastres naturales, refugiados y personas que buscan asilo, víctimas de limpiezas étnicas, gente que huye de la violencia y la persecución religiosa, personas que sufren hambre (ya sea causado por sequías, inundaciones o guerras) y víctimas de la pobreza rural que se desplazan a las ciudades. Estamos convencidos de que las migraciones contemporáneas están dentro del soberano propósito misional de Dios, sin ignorar el mal y el sufrimiento que pueden implicar.[9]


  1. Alentamos a los líderes de la Iglesia y de misiones a reconocer y responder a las oportunidades misionales presentadas por la migración global y las comunidades de la diáspora, tanto en la planificación estratégica como en la capacitación focalizada y la provisión de recursos para las personas llamadas a trabajar entre estos grupos.

  1. Alentamos a los cristianos en las naciones anfitrionas que tienen comunidades inmigrantes de otros trasfondos religiosos a dar un testimonio transcultural del amor de Cristo en acción y palabra, obedeciendo los numerosos mandatos bíblicos de amar al desconocido, defender la causa del extranjero, visitar al prisionero, practicar la hospitalidad, forjar amistades, invitar a personas a nuestros hogares y brindar ayuda y servicios.[10]

  1. Alentamos a los cristianos que forman parte de comunidades de la diáspora a discernir la mano de Dios, aun en circunstancias que pueden no haber escogido, y a buscar toda oportunidad que Dios brinde para dar testimonio de Cristo en su comunidad anfitriona y buscar su bienestar.[11] Cuando en ese país anfitrión haya iglesias cristianas, instamos a las iglesias inmigrantes y autóctonas a escucharse mutuamente y aprender unas de otras, y a iniciar esfuerzos cooperativos para alcanzar a todos los sectores de su país con el evangelio.



[1]           El Manifiesto de Manila, párrafo 12.
[2]           1 Pedro 3:15-16, NVI. Comparar con Hechos 19:37.
[3]           2 Corintios 12:9-10; 4:7-10
[4]           El Manifiesto de Manila, §12
[5]           2 Corintios 2:15
[6]           Hechos 11:20-24
[7]           Hechos 15:19.
[8]           Romanos 14:1-3
[9]           Génesis 50:20
[10]          Levítico 19:33-34; Deuteronomio 24:17; Rut 2; Job 29:16; Mateo 25:35-36; Lucas 10:25-37; 14:12-14; Romanos 12:13; Hebreos 13:2-3; 1 Pedro 4:9
[11]          Jeremías 29:7


___________________________

No hay comentarios:

Publicar un comentario